MCR:
No puedo empezar con un querido, pues no te quiero
del corazón y tampoco te odio, pero soy adicta a ti.
Anoche te acercaste a mí, esta vez sin uñas ni
dientes, pero con ojos que hieren y silencios que persiguen.
Fuiste, el breve deseo de una veinteañera, que a
estas alturas ya no sé quién es. Fuiste, modelo, inspiración y una prostituida
imagen de semidiós para luego convertirte en el juez de mis ideas recién
concebidas, mi verdugo por haber visto, entre tanta confusión, más allá de la
física.
Antes no tuve el valor para decírtelo, pero hoy lo escribo. No profeso ideas de una rara
religión, ellas provienen de un sentir profundo, de una certeza que, ante los
ojos de cualquier humano, inclusive los míos, sabe incierta. No soy rara, pero estoy
demente.
Debemos aceptarlo, somos polos opuestos del mismo
objeto, tú miras ahí, y yo miro por todos lados. ¿Sabes? aún diferentes, somos
tan iguales.
Sé que estos sueños, este nudo en la garganta prevalecerán
en la medida que sigamos siendo egoístas, en la medida que sigamos, jugando
este juego adictivo de inquisición.
No te pido que hagamos las paces, no nos desgastemos
pidiendo perdón. Sólo vivamos cada quién como se le antoje, en matices, luz u
oscuridad, en lógica o incertidumbre, en demencia u en orden, pues al final, nada
de eso importará.
IPA
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